José Manuel Martín Aguilera

Desde pequeño, pronto pude apreciar el amplio espectro de posibilidades que con  la mayor facilidad y a modo de juego la mano experta de mi padre usaba para plasmar en una hoja de papel, lienzo, arcilla o madera para representar el mundo conocido por él a través de los sentidos y de su espíritu.

 

            Todo ello me llamaba la atención y yo a escondidas y a mi manera, trataba de emular de vez en cuando, comparando el resultado. Esta experiencia tan natural junto al juego con mis muñecos en el que de forma natural aprendí a interpretar las formas y a hacer uso de mis colores dio paso a la adolescencia momento en el cual me aficioné al dibujo y la escritura.

 

            La vida me llevó por otros caminos y marché durante un tiempo errante y sin saber donde ir. Fue en la universidad donde me hice maestro, un maestro especial, me dedique a la educación de los jóvenes ya que en mí interior siempre hubo una gran vocación. Trabaje con personas a las que la vida desde un principio, había puesto más obstáculos de los predecibles y trabajé con ellos como yo sabía, también intente mostrarles el mundo que yo conocía, lleno de formas y colores, de imaginación. Todo ello intentaría ayudar a llenar el vacío que la vida había dejado en su interior. Mi vuelta a las andadas, hizo que me decidiera de nuevo a reemprender mi aprendizaje artístico, decidí complementar el magisterio con otro tipo de estudios que me permitieran mejorar en mi trabajo, emprendiendo estudios de diseño y artes plásticas de cerámica en la escuela de san Telmo.

 

            El arte a modo de veneno, se apoderó de mi y lo que fuera un juego, se convirtió en una pasión, abandonando todo lo demás. En mi taller de escultura, hoy trabajo,  mejor dicho juego con las formas, con la alquimia del color, el calor, muestro la naturaleza a mi manera, muestro mi mundo interior, mis pensamientos, tratando de ayudar a otras personas a llenar y crear vacíos de formas  posibles, espacios y universos con mis manos.

 

            Hoy mis obras pueden ver y oír más allá de donde llega mi vista, Francia, Roma, Austria, van y vienen, quien sabe donde aunque todas ellas muestran quizás siempre lo mismo, a un niño mayor jugando aún con sus muñecos y colores sentado en una silla, en  una habitación.